(Bertolt Brecht)
Der Mensch ist erst wirklich tot, wenn niemand mehr an ihn denkt.
Buchenwald era la visita con más carga emocional dentro de nuestro recorrido por los incontables lugares llenos de memoria histórica de Alemania. Y la visita a Buchenwald comienza mucho antes de bajar del bus que allí nos llevaba. Desde la plaza de la ciudad de Weimar, hacinados en un autobús, cual si prisioneros fuésemos, nos adentramos en una carretera sombría, llena de árboles a un lado y otro de la carretera, que casi no dejaban ver el cielo. Sí, un bosque talado a conciencia, alejado de la ciudad para ocultar toda la barbarie humana y formas de torturas impensables. Silencio, frío, un día gris, un olor «extraño»… Comenzaba la «excursión» de la que sabíamos que cogeríamos el autobús de vuelta en unas horas, un viaje de retorno que miles de personas no conocieron. Para muchos fue sólo un viaje de ida… Cada instante es significativo en Buchenwald, hasta el detalle más insignificante «tomar el MP3 del punto de información». Coger el IPhone con tus cascos era como recoger ese pijama de rayas para ingresar en el campo que te llevaba a una muerte casi segura. Una ciudad hecha de  marcas en el suelo de piedras picadas, ¡Cierra los ojos e imagina todos los edificios perfectamente cuadrados y ordenados, como cajetillas de cerillos… Block 1, Block 2, Block 3,… Block 8 (el de la esperanza para los más pequeños…) ¡Cuánto gritos silenciados, cuánto desierto lleno de constructos, cuántas piedras grises por las cenizas derramadas…! Y aquella reja que marcaba la diferencia social «Jedem das seine».
«Quien olvida su pasado, está condenado a repetirlo». Y por eso Buchenwald es una visita obligada para los adolescentes de Alemania; también lo fue para mis alumnos. Y todos fueron invitados no sólo a observar sino a ser catárticos. En un ejercicio de crítica fueron incitados a elegir el lugar, el acto o el detalle que más pudo herir su sensibilidad humana.
Así lo relataba Jorge Semprún, uno de los prisioneros españoles del campo de concentración de Buchenwald: «Podría contarse un día cualquiera -empezando por el despertar a las cuatro y media de la madrugada, hasta la hora del toque de queda: el trabajo agobiante, el hambre perpetua, la falta permanente de sueño, las vejaciones de los kapos, las faenas en las letrinas, las schlague (golpes) de los S.S., el trabajo en cadena en las fábricas de armamento, el humo del crematorio, las ejecuciones públicas, los recuentos interminables bajo la nieve de los inviernos, el agotamiento, la muerte de los compañeros…»
Alumno 1: La incineración es algo cristiano. ¿Por qué esto lo enviaban a sus familias? Para el judaísmo el cuerpo es sagrado incluso muerto. Es posible que detrás hubiese, si cabe, además intenciones macabras contra la moral de los familiares y su religión agravando su sufrimiento y su dignidad.
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Cuando se produce la liberación, aquel 11 de abril de 1945, Semprún le comentó a uno de los soldados que acudieron a liberarles que no había pájaros, que los pájaros habían huido, que no había pájaros sobre Buchenwald. Porque huyeron del horrible olor de los hornos crematorios.

Alumno 2: Las chimeneas del crematorio… sólo me podía imaginar el horror de los presos al saber que morirían y la terrible vista de ese humo cada vez más alto que significaría que pronto les tocaría a ellos.

Alumno 3: Me parece impensable que existiera esta forma de tortura y de muerte durante el holocausto, pero más aún me impacta que una persona fuera capaz de hacer semejante salvajada.

Alumno 4: Reflejo de las maquiavélicas formas de exterminio de los nazis y hace reflexionar a cualquier persona sobre lo sucedido en Buchenwald

 Alumno 5: Un ambiente distinto, el olor era desagradable y solamente imaginar lo que había sucedido ahí impactaba muchísimo.

 

 

 

 

 

 

 

 Alumno 6: una inspección médica = un tiro en la nuca…

Alumno7: Los engañaban para acabar matándolos.

Alumno 8: La sangre fría de matar sin ni siquiera mirar a los ojos

     

Aquellas perchas… de cada uno de ellos colgaba como si de abrigos se tratasen, ahorcados y degollados, prisioneros que recibirían una muerte más tortuosa porque se habían atrevido a protestar.